Aves que vuelan en la ciudad, como crecen las flores en el asfalto
Y otras ilusiones de fin de verano
Hola terrícola,
Te escribo ya desde Barcelona, que afortunadamente el sábado nos recibió con una feliz bajada de temperaturas tras la increíble ola de calor de la semana pasada. Qué gusto que da sacar la camisa de cuadros manga larga que me regaló mi tía Lulú en un mercadillo hace años ya, o ese pañuelo de seda pintado a mano que me regalaron mis amigas activistas en algún cumpleaños.
Y si ya lo eres, puedes apoyar mi trabajo con una aportación que equivale a un par de cafés al mes y si escoges la suscripción anual, te llevarás de regalo un ejemplar de mi libro, Residuo Cero, Comienza a restar desde casa.
Supongo que en parte por venir de un país sin estaciones (a pesar de los años, hay cosas que quedan para siempre) y en parte por el nivel de calor insoportable, encuentro un delicado regocijo al reencontrarme con las prendas de la estación que entra. Más si están cargadas de memorias, como esas que te nombro.