Las Cartas de La Ecocosmopolita

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Comer saludable y sostenible

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Comer saludable y sostenible

(Aunque sea en el súper) y alguna idea golosa.

Mar 15
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Barcelona, 13 de marzo de 2023

Hola Terrícola,

Ya en casa. Llegué agotada el 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer y cumpleaños de esta servidora. Me recibieron con todo el amor del mundo, disfruté infinito de mi tropa y el jetlag aún me dura pero no es para tanto.

Después de la urgencia de mi salida hacia Caracas hace 6 semanas, mi mamá se ha recuperado de una forma increíble y ahora está en la buena compañía de mi hermano. 4 días antes de tomar ese avión hacia Caracas pensaba que era imposible hacer ese viaje (por muchos motivos). Mucho menos, que lo haría y que regresaría feliz. Pero ha sido infinitamente reparador. ¡En la vida a veces las cosas se conjugan de una forma tan amable!

Y así acaba la crónica caraqueña, pero me parece que vendrán muchas reflexiones a partir de estas semanas. Empezamos por la alimentación y la sostenibilidad pero antes quiero compartirte una buena noticia, relacionada precisamente con los viajes.


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Probablemente ya sabes que amo los intercambios de casa y que colaboro desde hace mucho tiempo con HomeExchange. Y quería contarte que ahora soy embajadora oficial de la plataforma, lo que me permite ofrecerte un descuento. Si te das de alta desde este enlace en HomeExchange y usas el código ECOCOSMOPOLITA2023 al hacer el pago de la cuota anual, tendrás un 20% de descuento. Además, como siempre, recibiremos 250 puntos extras tú y yo, para nuestros futuros intercambios. Es lo único que pagarás hasta el año siguiente y podrás hacer tantos intercambios como quieras (te cuento más sobre los intercambios de casa en este artículo). ¡Yo ya estoy cerrando mis vacaciones de verano y una escapada de última hora para Semana Santa!

Mi relación con la sostenibilidad tuvo un punto de inflexión cuando nació mi hija mayor y la motivación fue, precísamente, su alimentación. La amamanté felizmente por bastante tiempo y cuando llegó la hora de ofrecerle alimentos, me parecía imposible ofrecerle algo que no fuera absolutamente natural a esa criatura tan frágil que, hasta entonces, dependía de mí exclusivamente.

Así, sin darnos cuenta, en casa fuimos eliminando los productos procesados de nuestra dieta. Porque siempre intentamos enseñar a nuestras hijas a comer con nosotros y como nosotros, así que evitábamos comer (al menos frente a ellas) lo que no creíamos que fuera suficientemente saludable.

Poco a poco comenzamos a variar nuestra alimentación y a reducir mucho las harinas refinadas. A comprar ecológico siempre que podíamos. A incorporar nuevos cereales integrales a la dieta. A comer muchísima más fruta y verduras. A comprar cada vez más alimentos a granel. A buscar alternativas a los lácteos para variar la dieta y huir de aquellos azucarados. Sin darnos cuenta, llegamos al día en que Abril, con 9 años, no encontró en nuestra despensa ningún alimento con aditivos, salvo una lata de olivas (que tenía sulfitos). Era para hacer una tarea escolar y su profe pensó que mentía…

Mi alimentación ha cambiado abismalmente en los últimos 17 años. Pero en Caracas tuve que arreglármelas con lo que podía encontrar en el supermercado. aprovechando el día de compra de unos primos que viven cerca de casa de mi madre (necesariamente tenía que ir en coche).

Si a esto le sumamos que no hay recogida selectiva de residuos ni reciclaje alguno, te estarás preguntando cómo mantuve la cordura.

Bueno, por un lado, hace rato que decidí dar más importancia a los éxitos logrados que a lo imposible. Por el otro, me apliqué algo que suelo repetir incansablemente en mis charlas:

El primer paso para una alimentación sostenible y baja en residuos es comer comida de verdad y, sobre todo, de origen vegetal.

Una vez el periodista Antonio Cerrillo me preguntó sobre mi alimentación, entrevistándome a propósito de la publicación de mi libro Residuo Cero, Comienza a restar desde casa. Cuando le expliqué cómo comemos habitualmente en casa (y qué no solemos comer) me dijo: “¡Entonces si quiero perder peso solo tengo que hacer la dieta zero waste!”.

Antonio tenía toda la razón. Y esa fue la “dieta” que apliqué en estos días, que intento aplicar cuando salgo de vacaciones y que aplico en mi día a día, ya pueda hacer todas mis compras a granel o no (aquí te dejo mi “Guía para comprar a granel sin residuos”).

Como contaba en el post de instagram del domingo, esta “dieta” es, además de sostenible, más que sencilla, sabrosa, barata y saludable.

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Y realmente no tiene mayor secreto:

  • Muchas frutas. Son las protagonistas de mi desayuno, mis postres y mis meriendas. Además, en Caracas las frutas de tropicales son espectaculares. Comí muchísima papaya, fruta de la pasión, guanábana, coco, guayaba…. Pero el secreto está en comer fruta de temporada y de proximidad, bajita en huella de carbono. Y comprarlas en bolsas reutilizables o al. menos reutilizadas. En Caracas reutilicé bolsas de plástico que ya estaban en casa de mi madre (allá no entienden que compres sin bolsa para pesar).

  • Muchos vegetales y hortalizas. Son infaltables en mi comida y en mi cena. A veces los como también en los desayunos sobre una tostada. Le pongo vegetales horneados en láminas, tomates en rodajas, etc. Yo intento tener siempre en la nevera vegetales y hortalizas de temporada preparados de alguna forma sencilla, además de alguna ensalada básica. Me encanta cenar cremas de verduras. ¡Ah! ¡Y me puse hasta arriba de aguacates gigantes y deliciosos!

  • Muchas legumbres. Siempre intento cocinar al menos una legumbre a la semana en cantidad y tener congelada de las semanas anteriores. Así podemos ir variando sin esfuerzo. Además, suelo tener botes de vidrio con legumbres cocidas para tirar de ellas en caso de emergencia en plan “comida rápida” y en vacaciones las uso muchísimo. En Caracas comí muchos frijoles, ¡cómo toca! Comprados en plástico pero cunden tanto que sigue siendo una comida muy baja en residuos.

  • Menos (o cero) carnes (de ningún animal). Sobre esto me extenderé más adelante. Yo caí en Caracas en alguno de los platos típicos, pero muy pocas veces y en muy poca cantidad. Es lo que suelo hacer cuando me apetece mucho algo que no está alineado con mis propósitos: servirme un poquito y acompañarlo con muchos vegetales.

  • Fuera procesados en la medida de lo posible. Es cierto que en Caracas compré unas hamburguesas vegetales (Y resultaron estar malísimas). Pero las proteínas vegetales preparadas, sobre todo las más proteicas como el tempeh, algún sustituto del pollo o el tofu son de los productos con plástico que ahora compro sin dudar porque me facilitan comer de forma balanceada, sostenible y más ética. Creo que el impacto del plástico y el proceso de preparación está compensado con la sustitución de productos animales.

  • Yo sí consumo lácteos y huevos, pero eliminarlos baja significativamente el impacto de la dieta. Yo los he reducido bastante sustituyendo el queso que solía ser inseparable del pan para mí, con distintos recursos, que aprovecho para compartir:

    • Verduras asadas. Berenjenas y calabacines en rodajas, y condimentados con aceite y curry, romero o pimienta quedan deliciosos dentro de un bocadillo o sobre una tostada.

    • El “queso vegano” de anacardos Venu Sánchez (que normalmente prepara Mau y aderezo yo con orégano, pimienta, albahaca seca…).

    • Humus de varias legumbres.

    • Aguacate, que creo que por más que sea siempre tendrá menos huella ambiental.

    • Mantequilla de cacahuate, tahine o la mantequilla de algún fruto seco.

    • Aceite, tomate y orégano. En rodajas o en modo “catalán”, si está más maduro

(Soy toda oídos si tienes más ideas).

Cambiar la manera en la que comemos es complicado. Forma parte de nuestra cultura y no es algo que se logre hacer de un día para el otro, pero es claramente posible, tal como lo demuestra la anécdota de los deberes de Abril.

Además, las consecuencias un pequeño cambio en la alimentación son muy significativas. Y es que todos los seres humanos comemos entre dos y cinco veces al día, se supone. Cada día . Comemos muchísimo a lo largo de nuestras vidas, aun si “comemos poco”.

Y las implicaciones de nuestra alimentación abarcan todas las áreas posibles: económicas, sociales, culturales, éticas, ambientales e incluyo, incluso, familiares. Porque hay familias que no perdonan que rechaces el chuletón.

Pero aquí estamos para hablar, ya sabes, de las consecuencias ambientales. Y tengo que decir que en este caso la lista es nutrida: nuestra alimentación afecta la biodiversidad, la calidad del agua y su disponibilidad, así como el cambio climático por muchas vías, ya que implica consumo de energía, uso del suelo, uso de agua, deforestación y más.

En su libro Tu dieta puede salvar el planeta, Aitor Sánchez -nutricionista y autor también de Mi dieta cojea, nos recuerda que ya con lo que bebemos podemos reducir potencialmente mucho nuestra huella de carbono, puesto que beber agua de grifo tiene un impacto entre 300 y 1000 veces menor que beber agua embotellada.

Pero donde está la mayor huella ecológica de una dieta media de nuestros tiempos, es en el consumo de productos de origen animal. Entre muchas reflexiones interesantes, Aitor nos presenta una lista de los “peores alimentos” en cuanto a huella de carbono por kilo de producto. Te la comparto aquí, comenzando por el peor de todos:

  1. Ternera (ganado vacuno)

  2. Cordero y oveja

  3. Queso

  4. Chocolate

  5. Café

  6. Gambas (acuicultura)

  7. Aceite de palma

  8. Carne de cerdo

  9. Carne de potrillo

Y una acotación: Recuerda que te he dicho que esta lista está ordenada por el impacto de un kilo de producto. Es decir, cuando pienses en la huella de alimentos como el café o el chocolate, piensa en qué cantidad de café usas para preparar esa taza que te levanta por la mañana. Es muy distinto, por la forma en la que se consume este producto, a la huella de un plato de gambas, aunque el café esté por encima de estas en la lista.

Me permito rescatar una lista de recomendaciones para una dieta más sostenible de Aitor:

  • Comer más proteínas de origen vegetal y muchas menos de origen animal. Resumiendo mucho, la ganadería tiene gran impacto ambiental sobre todo por el mayor uso de recursos como suelo y agua, y a las mayores emisiones de metano (Hablo más sobre esto en esta entrevista a la directora de ProVeg España). Sin embargo, parece que en España actualmente comemos poquísimas legumbres. De hecho, nos dice Aitor en su libro que el consumo per cápita de legumbres está entre 3 y 4 kilos al año, lo que representa el 2% de la ingesta de proteínas, mientras que el 98% restante es de origen animal.

  • Comer local y de temporada. Esto nos hará comer más productos frescos y reducir la huella del transporte, que puede representar en torno al 10% del impacto. Este punto es especialmente importante si estás en un país de clima ideal para la producción de productos frescos, como pasa en España o en los países tropicales. Además, comer local es comer con mayor responsabilidad social. Porque cuando nos vamos al consumo de proximidad es más fácil tener trazabilidad y hay una menor probabilidad de contribuir con la explotación laboral de otras personas.

  • Reducir el desperdicio de alimentos. Tiramos mucha más comida de la que pensamos, así que aprovecho para rescatar un artículo de la Ecocosmopolita, con consejos para reducir el desperdicio alimentario en casa.

  • Evitar envases si es posible. Ya sabes. Consumiendo alimentos frescos o poco procesados a granel siempre que sea posible.

Este ha sido un resumen muy por encima del libro de Aitor, que ya había leído hace un tiempo pero me venía de perlas para esta carta. Y aprovecho para contarte que ha publicado un nuevo libro llamado Qué pasa con la nutrición, en el que desmonta muchos mitos sobre la nutricióm que circulan por ahí y cuestiona y pone en su justo lugar a las dietas de moda. Yo aún no lo he leído pero de él habla en esta entrevista del Podcast de Cristina Mitre, que está súper interesante.

El 20 de marzo comienza el Día Mundial sin Carne, y por eso ProVeg España, que es una organización que quiere ayudar a reducir el consumo mundial de animales en un 50% para el 2040, nos invita a unirnos a su Semana Sin Carne.

Yo me enteré por un comunicado en el que comentan que si se redujera a la mitad el consumo de carne, lácteos y huevos en la UE, se disminuiría entre un 25 y un 40% las emisiones de gases de efecto invernadero y, además, se podría reducir el uso de tierras de cultivo per cápita en un 23%.

Por eso lanzan este reto de 7 días al que puedes apuntarte ya en semanasincarne.es. Si te gustaría reducir o eliminar tu consumo de productos de origen animal, es una buena oportunidad, porque recibirás en tu email un menú semanal completo que incluye todas las recetas necesarias para llevar una dieta vegana y saludable, con opciones sin gluten y sin soja. Además de recetas creadas por expertos en alimentación vegana, infografías útiles para crear platos vegetarianos completos y saludables y tablas nutricionales comparativas que te ayudarán a hacer elecciones informadas, y hasta una comparativa de precios para que los clientes puedan tomar decisiones de compra inteligentes. ¡Ah!, también comentan que habrá una comunidad de apoyo en Telegram para conectarse con otra personas que estén en el mismo proceso

Tiene pinta de que estará muy interesante para quienes estamos en esa búsqueda etera de veganizar nuestra dieta.

Hasta aquí dejo estos recursos o reflexiones sobre alimentación y sostenibilidad porque aún me quedan otras cosas por contarte y no quiero extenderme más, pero en 15 días volveré con un par de recursos interesantes y divertidos para reducir el desperdicio alimentario.

La semana que viene, ¡tarán! toca podcast. Y vamos a hacer un viaje apasionante a Ecuador, donde conoceremos a Patricia Jaramillo, una científica que se ha propuesto hacer de las islas galápagos un modelo de restauración ecológica y salud de los ecosistemas, y que tiene una historia de superación personal y perseverancia. De momento, te invito a escuchar, si aún no lo has hecho, el último episodio, en el que hablamos sobre cómo nuestro lenguaje puede cambiar el mundo, con Soledad Bellido de Modii.

Hablando de podcast, aprovecho para compartirte esta entrevista que me hicieron, cuando estaba en Caracas, Curry Morales y Susanna Mancini para el podcast La increíble sensación de venirse arriba.


Nos leemos la semana que viene.

¡Mantén los ojos bien abiertos a las flores que crecen en el asfalto!

Un abrazo,

Yve Ramírez
La Ecocosmopolita

PS: la foto de la cabecera es de mi única visita a un mercado municipal en Caracas. El Mercado de Guaicaipuro. ¡El mejor día de compres, sin dudas!

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