Terrícola,
Azotada por una crisis de migraña mitológica, me he saltado la carta de agosto. Aún me dura la resaca, así que discúlpame.
Pero como se me han acumulado tantas cosas que quiero contarte, esta carta llega cargadita de historias, para compensar un poco.
La semana pasada estuve en Montmeló dando un taller de residuo cero al personal de una gran empresa industrial.
En estas actividades comparto información esencial y referencias para dar contexto, pero sobre todo nos dedicamos a pensar en los residuos que generamos en nuestro día a día y en las distintas acciones o cambios que nos ayudarían a evitarlos.
Siempre sucede lo mismo: haciendo las preguntas adecuadas y aportando unos principios básicos, las mismas personas que un momento antes te decían que no sabían cómo reducir residuos, acaban encontrando las soluciones.
Creo que esto sucede gracias a que se juntan tres condiciones:
que cuentan con un espacio reservado a la reflexión
que se les ofrece el tiempo necesario para que lleguen a las conclusiones por su propio “pie”
que trabajan en equipo junto a otras personas con las que comparten un interés.
Toma nota, porque esta mezcla vale oro cuando quieres lograr algo que requiere de la implicación de tu audiencia.
El resultado de esta sesión en particular fue un nutrido y certero listado de recomendaciones de cambios de hábitos -pensado y escrito por las personas asistentes-, un grupo motivado a poner en práctica algunas de ellas lo antes posible, y, lo más importante, una recopilación de propuestas para la propia empresa.
Qué a gustito me quedo de estas jornadas.
A comienzos de mes, Reino Unido cerró su última planta eléctrica de carbón.
El fin de una era.
Al enterarme, me vinieron a la mente las imágenes de aquel episodio de la primera temporada de la serie The Crown, que revive la “Gran niebla” de Londres de 1952.
Te resumo, por si no sabes de qué te hablo, : En diciembre de aquel año, Londres quedó cubierta por una nube de tóxico smog que mató a 12.000 personas.
¿Cómo es posible?
Pues, como hacía mucho frío en esos días, hubo una subida en el consumo de carbón, ya de por sí alto en la ciudad. A esto se sumó un anticiclón que, con sus altas presiones, empujó el aire caliente hacia el suelo, y éste acabó convirtiendo el vapor de agua en una niebla tóxica.
Por este proceso, que se llama “inversión térmica”, el smog se quedó estancado en lugar de dispersarse en la atmósfera, y la cosa acabó en colapso y tragedia.
Desde 1882, el carbón movía tanto a la industria como al hogar británico.
Por eso es tan simbólico que hoy, más de 70 años después, el Reino Unido sea el primer país del G7 en eliminar el carbón de su generación eléctrica.
Yo llegué a esta noticia gracias a un medio al que admiro profundamente: Climática, la revista especializada “en informar y formar sobre el calentamiento global, sus causas y sus consecuencias”.
Como hacen un gran trabajo para que estemos al día, te invito a participar en su campaña de crowdfunding que busca garantizar que puedan seguir haciendo su buen trabajo. Para lograrlo, hace falta movilizar a 4.000 personas que crean en la necesidad del buen periodismo climático y les brinden su apoyo con 25 euros. ¿Será que hay alguna por aquí? ¡Espero que sí!
Comercio justo y también local
Al menos en Europa, asociamos las palabras comercio justo a productos que nada tienen de locales, como pueden ser el café producido por cooperativas de Guatemala, Nicaragua y Uganda o al algodón de India.
Por el mismo hecho de venir de tan lejos, a veces generan desconfianza. Sin embargo, como me dijo Laura Perona de Fairtrade Ibérica una vez, “El Comercio Justo es una de las mejores herramientas para erradicar la pobreza, porque le estás enseñando a pescar al trabajador en lugar de regalarle el pescado.”
Por eso, y sobre todo para ciertos productos que consumimos habitualmente y que no pueden ser de proximidad, el sello de comercio justo es muy importante. Aquí te hablaba de Cuatro ejemplos de productos que deberíamos comprar de comercio justo .
Sin embargo, si hablamos de frutas y hortalizas locales, tenemos claro que debemos apostar por los productos de proximidad, a pesar de que a veces las condiciones de trabajo de nuestros campos tampoco son ideales. Además, sabemos que en España el 26,5% de la población se encuentra en riesgo de exclusión social.
Hace algunas semanas me pidieron de Oxfam Intermón que conociera unos nuevos productos de su marca de alimentos de comercio justo, Terra Madre y les diera mi feedback.
Son productos con sello de Compromiso Local y se siguen por los mismos compromisos que están tras todos los productos de Oxfam, aunque adaptados a nuevas necesidades.
Son de cultivo ecológico y de proximidad productos, orientados a la lucha contra el cambio climático.
En su producción, se trabaja directamente con los productores.
Generan oportunidades para colectivos vulnerables de la mano de proyectos sociales.
Son de máxima calidad, realizados a partir de productos frescos y de temporada.
Desde luego, tienen un precio justo.
En el paquete que me enviaron recibí mermeladas y vinos de regalo.
La mermelada de mandarinas, por ejemplo, tiene un 29% de azúcar, que es bastante menos que la media, y se trata de azúcar de comercio justo. La mandarinas son ecológicas, cultivadas en la Comunitat Valenciana y comercializadas por Punt de Sabor, que es una iniciativa de LA UNIÓ de Llauradors Solidaris de Valencia (una organización garantiza la comercialización directa de productos agrícolas y trabaja por la inserción sociolaboral en colaboración con la Fundació Llauradors Solidaris).
Con ese nivel de detalle se explica cada producto en la web de Oxfam Intermón.
Te animo a probarlos y así, a apoyarlos.
Cristina Zenato, La mujer que quitaba anzuelos a los tiburones
¿Te imaginas meter la mano en la boca de un tiburón para sacar un anzuelo fuertemente aferrado a sus encías? No sé tú, pero yo, la verdad, no me veo. En cambio, para Cristina Zenato es más que habitual. Si hay que meter el brazo hasta el hombro e intentarlo una y otra vez, ella lo hace.
Eso y todo lo que haga falta para aliviar -y tal vez salvar la vida- de su animal preferido.
Amante de la naturaleza en general y de los tiburones en particular, Cristina tiene una conexión increíble con el protagonista de esa película que dejó marcada a mi generación.
Desde hace más de 30 años vive en las Bahamas y conoce perfectamente a los tiburones locales. Te dejo un vídeo en el que nos habla de su querida Grandma, una de las más queridas.
Aunque los tiburones son una especie protegida en Bahamas, se enfrentan a muchos peligros en su día a día. Entre otros, a la amenaza de los anzuelos de pesca que pueden causarles dolorosas heridas que tienden a complicarse con infecciones.
Como esto le partía el corazón, un buen día decidió intentar ayudar a uno de los tiburones y tuvo éxito. El animal colaboró mansamente para que su amiga lo librara del martirio. Desde entonces Cristina ha juntado una colección de 300 anzuelos sacados de la misma forma. Pareciera que los animales corren la voz y acuden a su mano salvadora cuando caen en la trampa. Cuenta que muchos vuelven después, una y otra vez, a jugar con ella llenos de agradecimiento.
Su página web es cristinazenato.com
Siempre he sido una gran lectora.
Sin embargo, desde hace años me he hecho muy consciente en lo que a acumular libros se refiere.
Cuando trabajaba en Editorial Planeta formaba parte del departamento que editaba colecciones de tiradas muy grandes, y casi tenía barra libre para traerme muestras de lo que quisiera. Por si fuera poco, teníamos descuentos en librerías. Con este escenario, pronto tuve que aprender a dejar que los libros circularan tras leerlos. Y es que mi casa, como este planeta, es un espacio finito.
Hoy sé reconocer los libros a los que volveré y los que quiero tener cerquita para ver si un día mis hijas acaban cayendo en sus redes. Estos los conservo y al resto, los dejo volar.
Aún así, es inevitable que acabe acumulando más de los que realmente caben en casa, así que cada cierto tiempo me toca hacer limpieza. A veces los regalo, los llevo a puntos de intercambio o los trato de vender por Wallapop.
En estos días me hablaron de una nueva propuesta que también me parece muy interesante.
Es Hamelyn, una plataforma de venta de artículos de segunda mano, (de momento, libros, música, películas y videojuegos) que busca hacer que la experiencia sea ridículamente fácil:
Subes el artículo a la app
Te ofrecen un precio instantáneo por este.
Si te parece bien, recogen el producto en tu casa
En 24 - 48 horas, te hacen el ingreso.
Ellos se encargan del proceso de venta y tú te olvidas del resto.
Tengo que confesar que, aunque a veces las interacciones previas con Wallapop pueden hacerte perder mucho tiempo (¡hay cada personaje!), para mí siempre es un gusto el momento de la compra - venta. Me encanta verle la cara a la otra persona e imaginarme qué historias trae ese artículo que compro, o qué vivirá en adelante ese artículo que vendo.
De todas formas, hay que decir que esto que nos propone Hamelyn parece muy eficiente.
Me cuentan que reciben todo tipo de libros en buen estado, excepto enciclopedias, diccionarios y colecciones. También me han explicado que gracias al filtrado que hace la misma aplicación, logran tener una alta rotación de productos.
Como tienen unos 700 mil productos en stock y su almacén es muy grande, pero también finito, cuando hay productos que ya llevan demasiado tiempo, hacen campañas de descuentos y ofertas para darles salida. Si finalmente no son capaces de venderlos, pasan a reciclaje.
Si la pruebas, me cuentas. Yo intentaré hacerlo pronto.
Recomendaciones Out of topic
La novela sobre Shakespeare, que nunca lo menciona:
Solo había leído su último libro, La distancia que nos separa, pero todo el mundo me decía que tenía que leer Hamnet, de Maggie O’Farrel. Finalmente fue una de mis lecturas de agosto y hacía mucho que una novela no me sorprendía tanto.
Es una novela que cabalga entre la ficción y la vida de la familia de William Shakespeare a quien, paradójicamente, jamás nombra, yo creo que para mantener ese aire de costumbrismo con toques mágicos que recorre toda la obra.
Sabemos más bien poco de cómo fue, en la vida real, la mujer del escritor, pero en esta obra está encarnada en un personaje precioso, que sabe leer a las plantas para salvar vidas ,aunque este poder le falte cuando más lo necesita. Me ha parecido un libro magistral, que te hace sentir que estás leyendo, más que una novela histórica, un verdadero clásico.El acoso y la culpa (de los dos lados)
Es difícil decir a qué género pertenece la serie Baby Reindeer. A ratos nos recuerda a Misery aunque sin asesina, pero tiene escenas realmente cómicas.Yo, personalmente, no me atrevo a poner la etiqueta de Comedia junto a la de Drama como hace Netflix.
Es una miniserie que habla de acoso, de vulnerabilidades, de vergüenza con una honestidad que duele y enternece a partes iguales. Me encantó. Si eres muy cotilla, luego te puedes dar banquete googleando, porque la historia está basada en hechos reales, lo que la hace aún más desconcertante, removedora y polémica. Te rompe los sesos pensar que el protagonista de la serie es el director, el guionista y también la víctima (principal) de la historia. Y en honor a la sinceridad, le añade un punto de morbo.Me he apuntado a un club de lectura de 4 semanas sobre Cien años de Soledad (que estamos leyendo por capítulos) en la mejor Biblioteca del 2024, la Biblioteca Gabriel García Márquez. No podría contar las veces que la he leído ya, pero sé que la última fue hace escasamente un año. Por lo tanto esta relectura está siendo muy juguetona y hedonista, leyendo a veces un poco en diagonal para detenerme con deleite en mis partes favoritas, en los insuperables comienzos y finales de capítulos, en sus imágenes únicas. Y, no me juzgues por eso, haciendo muchas anotaciones en los márgenes.
Te dejo uno de estos párrafos perfectos, que ahora he escogido al azar:
José Arcadio Buendía tomó al pie de la letra las palabras de su mujer. Miró a través de la ventana y vio a dos niños descalzos en la huerta soleada, y tuvo la impresión de que solo en aquel instante habían empezado a existir, concebidos por el conjuro de Úrsula. Algo ocurrió entonces en su interior. Algo misterioso y definitivo que lo desarraigó de su tiempo actual y lo llevó a la deriva por una región inexplorada de recuerdos. Mientras Úrsula seguía barriendo la casa, que ahora estaba segura de no abandonar en el resto de su vida, él permaneció contemplando a los niños con mirada absorta, hasta que los ojos se le humedecieron y se los secó con el dorso de la mano, y exhaló un hondo suspiro de resignación.
Amé mi primera sesión del Club, tuve que morderme la lengua para no ser la pesada que no para de hablar y fue muy bonito escuchar las distintas lecturas que surgieron en la conversación y las referencias del conductor del taller, que es Antonio Arévalo, un experto en García Márquez.
La mayor parte de las personas que participan sólo habían leído la obra por obligación en el instituto y ahora que había decidido darle una nueva oportunidad, estaban fascinados con el reencuentro.
Anda, búscate un ejemplar y reléela. Y cuéntame cuánto te gusta a ti también.
(Si te apetece más, aunque nunca es lo mismo, he encontrado una buena versión en audiolibro de Cien años de soledad, gratis en Spotify)
¡Nos vemos en el espejo!
Yve Ramírez
La Ecocosmopolita
Flores en el asfalto
Consultorías de comunicación
En Valencia hay un grupo de librerías llamadas Aida, a las que se puede donar los libros ya leídos (y comprar otros, por supuesto). Todos los beneficios van para la educación de niños en África.
Me ha encantado el contenido!!! 🤗