¡Hola, Terrícola!
Seguramente ya te he contado que mis hijas son unas artistas. La mayor ya está haciendo un bachillerato artístico que nos hace morir de envidia a su padre y a mí. (A esa misma edad estaba yo en Caracas, en una escuela de monjas que medían el largo de mi falda y la altura de mis calcetines. ¿es justo?).
La cosa es que desde muy pequeñas solemos dedicar al menos un día a hacer adornos de Navidad en familia y pocas cosas hemos comprado en estos largos años.
Y en casa solo hay un par de elementos de nuestra decoración navideña que me hacen “sufrir” un poco, y los dos fueron rescatados antes de llegar a la basura de la mano de unos vecinos.
Uno es una guirnalda sintética de pelos verdes, de esos que imitan una rama de pino (aunque una rama de un pino nunca sería así de larga y flexible, es decir, la imita de muy mala manera).
La otra es un mini árbol de Navidad artificial, de unos 60 centímetros de altura, que desahucia…