Querida terrícola,
Uno de mis primeros retos como parte del equipo de la Fundación Rezero fue organizar y facilitar un taller llamado Consumo Consciente: del activismo al mainstream, dentro del Festival Residu Zero.
Reunimos a personas muy distintas —influencers, comercios, empresas de economía social, activistas, docentes...— para explorar cómo lograr que un consumo más justo, más ético y más consciente deje de ser algo “alternativo” y se vuelva parte de lo cotidiano.
Primero, les invitamos a preguntarse qué barreras impiden ese cambio.
Surgieron muchas ideas, pero algunas —muy relacionadas entre sí— se repitieron una y otra vez: la sensación de que nos han robado el tiempo, el contacto con la naturaleza y la conexión con nuestro entorno. Que vivimos anestesiados por las pantallas y bombardeadas con publicidad constante.
La segunda parte de la jornada la dedicamos a soñar: ¿qué haríamos para derribar esas barreras si no tuviéramos límites de presupuesto, recursos o excusas?
Y nacieron utopías preciosas.
Hay una idea que me persigue desde ese día:
Crear un gran jardín en cada barrio. Sin wifi, sin publicidad, sin tiendas ni bares. Incluso con inhibidores de datos, o donde los móviles simplemente no tuvieran cabida.
Un lugar donde simplemente estar. Leer, jugar, charlar. Ver las flores que trae la primavera. Aprender a hacer punto o a saltar a la cuerda. Compartir sombra, cuentos y compañía.
Un espacio libre de anuncios, donde pasarlo bien sea gratis.
Un espacio donde reivindicar el derecho a lo simple.
Con el tiempo —decía una de las participantes— recordaríamos cómo es eso del ocio libre de consumo, y tal vez seríamos capaces de ejercerlo en cualquier lugar.
De pieles de durazno y fórmulas con memoria
Soy la sucesión imperfecta de un par de generaciones de mujeres que, además de ser mucho más bellas y altas que yo, tenían una piel impecable que no se inmutaba ante el paso del tiempo.
Aunque tal vez mi piel también tenía planes de ser perfecta. Pero para el Caribe.
Porque cuando llegué a estas latitudes, con solo 25 años, descubrí que las estaciones no le gustaban a mi piel tropical.
Con el primer frío, se reseca. Con el viento, se irrita. Y si me da el sol en una mañana de primavera, protesta como si hubiera sido traicionada.
Por eso y por herencia de hábitos he usado cremas desde que recuerdo y muchas me encantan. Pero la sensibilidad a los cambios del tiempo no deja de aumentar. O no dejaba. Hasta hace poco.
Hace dos meses empecé a usar la línea Eterna de la marca Matarrania.
No diré que fue amor a primera vista, porque soy muy desconfiada con los milagros.
Pero un buen día me di cuenta de que, aunque la temperatura había estado en modo montaña rusa climática —de días secos y soleados en el campo, a noches frías, días de lluvia y vuelta a empezar—, mi piel había respondido una y otra vez como una campeona
Como si hubiera un gran entendimiento entre mi piel y esas texturas densas, de la tierra, artesanas, libres de promesas imposibles.
Por eso, cuando Matarrania me propuso apadrinar las cartas de La Ecocosmopolita, le dije que sí con un salto de alegría y con muchísimo agradecimiento.
Así que, sí, esta carta tiene a Matarrania como mecenas especial.🪻
Matarrania es una marca que formula cosmética sin agua —es decir, altamente concentrada—, con ingredientes ecológicos certificados al 100 % y dando gran protagonismo al aceite de oliva y a las propiedades de las plantas. Todo desde un pueblito en Teruel, donde trabajan desde su propio taller con el cariño de quien entiende que el cuidado comienza en la tierra.
Yo tenía referencias maravillosas de Matarrania desde hace años. Siempre supe de su buen hacer, de su forma de rescatar fórmulas tradicionales, de su esfuerzo por ofrecer productos libres de plástico siempre que es posible, así que ya era hora de mimarme con ese regalo para la piel.
Y es que Matarrania es cosmética pero también territorio, saberes antiguos, coherencia, raíces. Y en un mundo lleno de etiquetas vacías y greenwashing, eso se nota. Y se agradece.
Al final de esta carta te dejo un buen descuento, cortesía de Matarrania, por si te apetece probarla. Pero ahora, sigamos. Que aún tengo más cosas bonitas que contarte.
En bici una es más feliz
A los pocos meses de llegar a Barcelona, en 2001, me compré una bicicleta de segunda mano y salí a dar una vuelta con Mauricio. Mágicamente, ese día entendí de verdad a Barcelona. Sentí que, por fin, la hacía mía.
Desde entonces, la bici ha sido mi medio de transporte principal.
Salvo en el último año.
Hace unos meses tuve que vender una hermosa Brompton plegable.
La verdad es que no la eché especialmente de menos porque me da miedo una gran avenida que tengo que recorrer para llegar a mi coworking. Pero Rezero está en la ubicación perfecta para ir en bici, así que la semana pasada me compré una bici de segunda mano que me va tan bien que parece que hubiera estado esperándome.
De pronto Barcelona vuelve a parecerme una ciudad al alcance de una ligera pedaleada. Me siento más enérgica, aunque sude. Voy con una sonrisa de un lado a otro, y he recuperado más tiempo libre de pantallas.
La utopía, a veces, está más cerca de lo que creemos.
Esta semana santa nos fuimos a Montgat con las bicis en un par de ocasiones. Tomamos el sol, comimos unas frutas y volvimos a Barcelona.
Dos jornadas idílicas.
Ocio (casi) libre de consumo.
Y como suele pasar, lo que es realmente bueno para nosotras también lo es para nuestro entorno. Cada kilómetro que pedaleamos evita emisiones, reduce el ruido, mejora la calidad del aire y libera espacio para las personas. Pedaleamos por salud, pero también por el planeta.
Como cada año, la campaña 30 Días en Bici nos anima a pedalear cada día del mes, a invitar a otras personas a hacerlo también y a compartirlo para contagiar la alegría de moverse sobre dos ruedas. Se trata de una campaña internacional muy consolidada en España. Puedes encontrar más información en su sitio web oficial.
Si estás en Barcelona, puedes participar en el sorteo que organiza el Área Metropolitana de Barcelona y ganar una bici eléctrica plegable. Está todo explicado aquí: Instagram de AMBici.
Estos días he ido de Barcelona a Montgat gracias a la Bicivia 1: Es parte de una gran red de vías ciclables con la que se espera llegar a unir a todos los municipios del Área Metropolitana de Barcelona. Aunque aún está en expansión, ya cuenta con más de 500 km bien señalizados para facilitar la ruta. Aquí tienes un mapa.


Popurrí Ecocosmopolita
Hoy se estrena la serie Hope, de Javier Peña, que promete ser un chute de esperanza, como me gusta a mí, con los pies en la Tierra. El trabajo de Javier en su canal de Instagram es increíble y no aguanto las ganas de ver el resultado de esta superproducción que le ha permitido dar la vuelta al mundo para hablar con personas increíbles que están trabajando por la regeneración del planeta.
Un estudio científico demuestra que devolver a los corales su banda sonora perdida hace milagros: reproduciendo el sonido de un arrecife sano, logran que la vida vuelva. Porque sí: las larvas de coral, como muchos otros seres vivos, escuchan para orientarse y si no oyen vida, no se acercan.
¿Soy yo, o este es un estudio profundamente conmovedor, además de esperanzador?
→ Llegué a este estudio a través del perfil de IG del biólogo Charlie Sarria, muy interesante.
Me ha encantado la serie documental Women Make Film. Una lección de cine magistral y necesaria, contada a través de la obra de mujeres de todo el mundo. Está en Filmin y te recuerdo que si aún no te has suscrito, con el código ECOCOSMOPOLITA2025 tienes un 20 % de descuento en la cuota anual. ¡Y apoyas un modelo cultural más independiente y diverso!
Descuento para tu piel: Matarrania lanza hoy, y hasta el 29 de abril, una promoción: toda su web tiene un 15 % de descuento y aún hay algo más: si usas el código ECOCOSMOPOLITA, tienes un 10 % extra. Un mimo para tu piel, un voto de coherencia y una oportunidad bonita para probar una cosmética hecha con amor y con raíces. Por si te apetece.
Y ahora sí. Ojalá que estas palabras te hayan acompañado un ratito y te hayan aportado algo.
Gracias por leer hasta aquí.
Nos vemos en el espejo,
Yve Ramírez
La Ecocosmopolita
Flores en el asfalto
PS: Me encantará saber si te sumas a los 30 Días en Bici, si decides probar Matarrania o si simplemente esta carta te dejó con una sonrisa.